Sabemos que el Día de la Madre puede considerarse cada día. Una madre nunca deja de serlo, ni siquiera cuando ya no tiene a sus hijos físicamente a su lado. Además de Kevin, quien ya no está junto a mí gracias a un homicida vial, tengo dos hijos más, y cada vez que me preguntan cuántos hijos tengo, siempre respondo que son tres. El amor hacia ellos se intensifica y se solidifica con el paso del tiempo. Es increíble. No existe un amor igual.
Sin embargo, debo mencionar que el amor que siento hacia los pequeños que tengo en abrigo es sumamente similar. Desde los 18 años visito hogares y acompaño a niños judicializados, y hoy deseo hablar de ellos. En muchos hogares, hay niños que esperan que alguien los visite, los saque a pasear, los mime. Resulta difícil comprender por qué la mayoría de las personas solo desean adoptar bebés, cuando, cuanto más grandes son, mayor gratitud y cariño expresan.
En este Día de la Madre, brindemos ese amor único e intenso, no solo hacia nuestros propios hijos, sino también hacia aquellos que nos necesitan. Los niños en estos hogares no lo piden, pero sus miradas nos imploran un abrazo, una sonrisa. En este Día de la Madre, tratemos de hacer algo por esos pequeños que no tienen a quién ofrecer un obsequio ni a quien abrazar.